27 de abril de 2008

Las rocas,

en un orgasmo sin fin,
se dejan moldear por el mar:
las acaricia con un ritmo que varía gradualmente,
llevándolas por siempre desde el paroxismo
a la paz serena.

Las rocas,
entregadas,
conocen las pautas,
saben cuándo llegará el cúlmen,
pero nunca de qué manera.

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